EL VALOR LA EDUCACIÓN
En esta clase hemos visto:
La pelicula "BUDA EXPLOTÓ POR VERGÜENZA"
y el documental "EL SISTEMA EDUCATIVO FINLANDÉS"
BUDA EXPLOTÓ POR VERGÜENZA relata cómo, bajo la estatua del Buda que
destruyeron los talibanes y donde aún viven miles de familias; Baktay, una niña afgana
de seis años, es incitada a ir a la escuela por el hijo de sus vecinos, que lee
los alfabetos frente a su cueva. El problema inicial es que Baktay no tiene
cuaderno ni lápiz. Para el cuaderno debe buscarse la vida, como lápiz, decide
llevar el pintalabios de su madre, lo que provoca que unos niños, que juegan a
ser talibanes, decidan apedrearla. Los niños de la aldea juegan a la guerra con
ramas que hacen pasar por fusiles y cometas que representan cazas de combate.
Pero no todo es de pega: en este juego, las piedras son de verdad. Cuando
atrapan a Baktay, ya tienen a otras tres niñas encerradas en una cueva. Los
motivos para retenerlas varían entre que opinan que una niña no debería ir a la
escuela o que las pequeñas tienen los ojos demasiado bonitos. Reflejan la
sociedad violenta en que viven sus mayores, Buda explotó por vergüenza es una parábola que utiliza los pasajes afganos de la región de Bamiyán, donde los talibanes volaron dos gigantes estatuas de Buda, para mostrar cómo los juegos de guerra practicados por los adultos afectan a los niños y los convierten en atroces copias de sus padres.
El SISTEMA EDUCATIVO FINLANDÉS, es un documental de 60 minutos que describe por qué Finlandia posee un sistema educativo que ha sido situado, por más de una década, como entre los mejores del mundo. Es un sistema educativo muy diferente al del resto de países y ha atenido un éxito rotundo. Los alumnos estudian menos, tienen menos tareas, en tanto que los profesores reciben un sueldo competitivo y se encuentran totalmente implicados en su trabajo.
El objetivo de la profesora, al presentarlos
en una clase, ha sido mostrar situaciones extremas en educación. Estas circunstancias
no me sorprenden pues, en cierta medida, he estado expuesta a extremos. Soy
española, pero crecí en Venezuela, país que actualmente está rodeado de grandes
dificultades; donde están suspendidas las actividades educativas, por decreto
presidencial, una vez a la semana, por falta de electricidad; sumados a los días
sin suministro de agua (por ejemplo, en lo que va de año hay universidades que
han estado más de 80 días sin el servicio); donde la inseguridad imperante mantiene
azotado a los estudiantes y profesores, quienes son interrumpidos en el aula de
clase, en los pasillos o transporte público, por atracadores armados, en lo que
llaman operaciones comando, para hurtarles sus celulares, portátiles y cuando
material de valor lleven consigo; donde el presupuesto no alcanza ni siquiera
para reponer equipos, ni materiales, ni sillas, ni pizarras, no hay tinta para
las impresoras y el servicio de Internet es de los más lentos del mundo; donde
un profesor titulado, con suerte, alcanza un salario por debajo de los 80 euros
al mes; donde no se encuentran los alimentos básicos y se incrementa, cada día,
la ausencia escolar porque no hay comida en casa, ni agua, ni luz. Yo, no puedo
más que tener en la más alta de las estimas todos y cada uno de los días que
acudo a clase. Valoro de manera especial la seguridad, el nivel académico y los
recursos de que disponemos. Si bien creo que se puede mejorar lo mejorable y
luchar por mantener lo que se tiene, a veces llego a ser intolerante con las críticas
que se hacen a la universidad, sobre todo, a aquellas que vienen cargadas de
desprecio y desvalorización de lo que se tiene. En mi supuesto ideal, les llevo
por un día a Venezuela a vivir la realidad de la que hablo….